Felipe Ortín

Escribidor


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El Plan Cerdá

Una vez más, bienaventurados y bienaventuradas ustedes y ustedas, leedores y leedoras de este blosss, por tener la fe y la esperanza de que con mis letras puedan sonreír un rato; lo cual para mí, aparte de ser un motivo de HONDA SATISFACCIÓN, es un estrés de cojones, porque cada vez me tengo que estrujar más la sesera para conseguir sacar historias nuevas que les diviertan un rato.

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Pues bien, hoy volvemos a las anécdotas de IDUS DE JULIO para recordarles que la novela no sólo es una comedia, sino que también es una crítica general de muchas situaciones y entre ellas hay un momento en el cual me dedico a criticar a los políticos. Sí, esos políticos que piden a la población que se apriete el cinturón para pasar esta crisis galopante y que, por el contrario, parece que dicha crisis no vaya con ellos. Pero lo que pasa es que yo creo que no entendemos bien a nuestros políticos. Ellos también se saben apretar el cinturón aunque no lo parezca, lo que pasa que es una cuestión de semántica relacionada con el verbo apretar.

Efectivamente, la plebe como nosotros utilizamos el verbo apretar en modo gerundio y vamos apretando cada vez más el cinturón para llegar a final de mes, según vamos adelgazando. Sin embargo, los políticos lo utilizan en modo participio y llevan el cinturón apretado, bien apretado, pues cada vez están más gordos a base de inflarse con: chanchullos diversos, mamoneos varios y recalificaciones ilegales, todas, por supuesto, a costa de los honrados contribuyentes.

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Y lo peor es que todo esto no es nuevo, sino que ya viene de antiguo y más en este país de Dios (nunca mejor dicho). Para muestra un botón y, así pues, en IDUS DE JULIO logré colar una anécdota completamente cierta y real de cómo funcionan las cosas por aquí.

Y se trata del genial ingeniero Ildefons Cerdá, creador del Ensanche de Barcelona, un plan urbanístico visionario que, en 1860, estableció las bases para la ciudad moderna que, hoy en día, es Barcelona. Sin embargo, aquel proyecto le generó enemigos de todo tipo y acabar enfermo, divorciado y arruinado.

Planificó una ciudad con grandes jardines, edificios de máximo tres plantas de altura (de forma que el sol pudiera incidir bien en las calzadas e iluminarlas), manzanas cuadradas de 113,3 metros de lado, con calles de 20 metros de ancho; lo que era una barbaridad para la época pues aún no había tráfico de automóviles pero él ya preveía que algún día cada ciudadano circularía con su propia “locomotora particular”. De hecho, las manzanas de edificios acaban en chaflán para permitir la visibilidad del tráfico en cada intersección. Vamos, que si por entonces hubieran existido los programas de tele-videntes, con televidentes suficientes, Cerdá se habría forrado echando las cartas sin necesidad de haberse liado la manta a la cabeza para organizar Barcelona, pues supo prever el futuro de una manera bárbara.

El proyecto también planteaba que cada manzana tuviera jardines interiores para el esparcimiento de niños y ancianos, sin que éstos tuvieran que desplazarse para ir a jugar (a la petanca, básicamente) o tener que hacerlo en las vías por donde iban los carruajes.

La ciudad de Cerdá no hacía distinción entre clases sociales, ya que todas las calles eran iguales, lo cual provocó que la burguesía se opusieran al plan (fuera a ser se rozasen con un plebeyo) y el Ayuntamiento rechazó el proyecto y se lo adjudicó al arquitecto Rovira y Trías. Sin embargo, el gobierno central de Madrid impuso por Real Decreto que se estableciera el plan Cerdá. (Curioso que, hoy en día, Madrid sea un verdadero caos urbanístico y circulatorio, mientras que Barcelona sea una ciudad perfectamente organizada…, ¡gracias a Madrid!)

En definitiva, que tanto jaleo político le valió a Cerdá ganarse enemigos por todas partes: los burgueses porque perdían su diferenciación clasista y elitista; los arquitectos porque no soportaban que un ingeniero impusiera su criterio urbanístico (la eterna e inacabable lucha entre arquitectos que quieren hacer las cosas bonitas, aunque sean inútiles; y los ingenieros que quieren hacer cosas prácticas y que funcionen); y, finalmente, se puso en su contra a los políticos catalanes que vieron la intervención de Madrid como una injerencia en sus asuntos propios.

Cerda

Total, que el pobre hombre murió el 21 de agosto de 1876; arruinado porque ni el Ayuntamiento ni el Estado le pagaron el proyecto. Para resumir la situación, el 23 de agosto de ese año, el diario La Imprenta publicó una nota necrológica con las siguientes palabras: “El señor Cerdá era liberal y tenía talento, dos circunstancias que, en España, perjudican y suelen crear muchos enemigos”…, tristemente, casi 150 años después, las cosas, por aquí, no han cambiado mucho…, y es que ya hasta un tal Valle-Inclán, en Luces de Bohemia, dejó colar una frase a un personaje suyo que decía: “En España el mérito no se premia. Se premia robar y el ser sinvergüenza. En España se premia todo lo malo”.

Y a colación de esta última frase, vengo a recordarles que los edificios del Ensanche de Barcelona tienen más de tres plantas, la mayoría de las manzanas no tienen jardines en medio y, lo peor de todo, no tienen canchas de petanca para los jubilados. ¿Y por qué? Pues supongo que, porque premiando todo lo malo, alguien tuvo que forrarse con la especulación inmobiliaria que supuso levantar más plantas de lo planeado y construir más casas en lugar de más jardines; y es que, seguramente, lo de las comisiones ilegales ya viene de lejos.

Yo diría incluso que esto de la corrupción ya está insertado en los genes humanos desde la época bíblica; y si no, que se lo digan a los vecinos de Jericó, que cuando Josué llegó con las trompetas y las hizo sonar para derribar las murallas que protegían la ciudad, éstas se vinieron abajo como pura arena al primer soplido y los judíos la conquistaron sin mayores problemas. Según la Biblia, ésto se debió a una intervención divina que hizo que Dios derribara las murallas con el sonido de las trompetas y bla-bla-blá; pero yo estoy convencido de que lo que pasó realmente fue que el contratista que construyó la fortificación de Jericó era un chanchullero de cojones y los cananeos le adjudicaron la obra con una comisión del 10% y, para ahorrar en costes, en lugar de granito, cemento, mármoles de Cehegín y piedras de las gordas para erigir la muralla, usó serrín, argamasa y esputos como pegamento, con lo cual; mucho muro ostentoso, pero endeble.

Por no decir que, seguramente, por esa época, la mano de obra no estaba técnicamente cualificada pues debieron ser esclavos que trabajaron a base de latigazos y, obviamente, así no hay manera ni de concentrarse ni de motivarse para hacer bien tu trabajo, con lo cual, no es de extrañar que saliera un churro de construcción y Jericó pareciera inexpugnable aunque realmente fuera namierda de fortificación.

En definitiva, que ustedes estarán pensando que la Historia se repite y que no hay nada nuevo bajo el sol. Sin embargo, para darles esperanzas, yo les digo que sí, que hay algo nuevo bajo el sol y se llama IDUS DE JULIOla novela que no va a arreglar el mundo pero sí lo va a hacer más divertido. No dejen de leerla…, bueno, vale, pueden dejar de leerla, pero no se lo recomiendo.

Ya saben, pueden encontrarla en formado digital en http://www.sb-ebooks.es/l/idus-de-julio/, o puede dirigirse a mí para que les envíe la novela en formato de papel.

Y recuerden, sobre todo, sean FELIPIces.

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